Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO II DE CUARESMA (ciclo C). Día del Seminario.16 de marzo 2025

Gn 15,5-12.17-18: Creyó Abrán al Señor y se le contó como justicia.

Sal 26: El Señor es mi luz y mi salvación.

Fp 3, 17-4, 1: Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo.

Lc 9, 28b-36: Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

 

La amistad que se forjó entre Abrán y Dios los llevó a un trato cordial y cotidiano donde ambos se decían con confianza y se escuchaban. Es uno de los rasgos más bonitos de esta relación entre ambos: por ser amigo, Abrán no dejó de mirar a Dios con asombro y temor, por ser criatura suya Dios no dejó de escuchar a su amigo y tratarlo con ternura y cariño. Dios le enseñaba a mirar hacia las estrellas para contemplar algo más elevado, más allá, una promesa cumplida. Dios le invitaba a vivir en esperanza. Abrán creyó, y obedeció. La obediencia es la respuesta del amigo a su Señor y la obediencia es la escucha atenta y la implicación en lo escuchado.

¿Qué le dirías al mismo Jesús si pudieras conversar tranquilamente con Él? El Maestro se llevó a tres de sus discípulos a que aprendiesen a escuchar, como una clase magistral para aprender a prestar atención a Dios. Los llevó a lo alto de un monte para hacerles partícipes de su conversación con el Padre, es decir: les invitó a orar con Él. Y, en este ámbito de oración, su rostro y sus vestidos se hicieron resplandecientes, mostrando hacia el exterior la transformación que provoca la relación con Dios y anunciando el momento más sublime e íntimo del diálogo del hombre con Dios: su resurrección. En ese trance aparecieron Moisés y Elías para conversar con Él. Ambos eran buenos amigos de Dios, que fueron aprendiendo a escucharlo en su trabajo, duro trabajo, con el Pueblo. Compartieron momentos críticos en los que querían desistir de su misión, se desearon la muerte, pero fueron fieles hasta el final, porque amaban a su Señor y al Pueblo que Él les había encomendado. Qué mejor materia de conversación que aquello que les unía a los tres y su relación con el Padre: la encarnación del Hijo de Dios que habría de culminar en la pasión, muerte y resurrección en Jerusalén. Esto venía anticipado en la historia de estos dos personajes: el éxodo de Moisés y las batallas de Elías para que el Pueblo creyese en el único Señor. Todos los esfuerzos de Dios para estrechar con fuerza la amistad con los suyos y con toda la humanidad, convergían en el Hijo hecho hombre y entregado, por esa misma amistad, para dar su vida.

Parece que la oración les provoca sopor a los tres discípulos y les entra sueño, hasta que se espabilan viendo la gloria de Jesús, Moisés y Elías. A Pedro le mueve un sentimiento de bienestar y sugiere hacer tres tiendas para cada uno de los presentes ilustres. Las razones del sentimiento tienen un alcance bienintencionado, pero corto. La amistad con Dios no puede fundamentarse en el sentimiento, si bien este puede ayudar. La tienda en la que se hacía presente Dios en el camino por el desierto cuando su salida de Egipto, manifestaba a un Dios en camino, que acompañaba a su Pueblo hacia la meta prometida. Muchos fueron los momentos en los que el Pueblo quiso detenerse o regresar de nuevo a la esclavitud: no terminaban de creerse la promesa y fallaba la confianza en su Señor. La lectura de la Carta a los Filipenses de Pablo advierte de darle más credibilidad a los sentimientos y pasiones propias que a Dios. Esto lleva a una vida desordenada y paralizante, que se detiene en satisfacer lo que el apetito pide en cada momento y no en buscar la voluntad de Dios que nos hace avanzar hacia la promesa, caminar en esperanza.

Jesucristo es la tienda donde Dios habita, Él mismo es Dios caminando a nuestro lado, que busca cumplir la voluntad del Padre. Esta le lleva a la entrega por amor, a la Cruz, a Jerusalén.

Los tres amigos de Jesús aún no viven una amistad sólida y de escucha. Necesitarán tiempo para aprender a escucharlo. A esto les invita el Padre: “Este es mi Hijo, el elegido, escuchadlo”. Y esa actitud les lleva a seguir al Maestro, dejándolo que vaya por delante; a fijarse en lo que dice, en lo que hace, en cómo ora y buscar una amistad recia con Él.

La vida cristiana no busca tener momentos de oración, sino que todo tiempo esté impregnado del diálogo con Dios donde aprendemos a escucharlo en los avatares de la vida y nos damos cuenta de que Él nos escucha y es misericordioso. 

Programación Pastoral 2021-2022