Ciclo C

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO IV CUARESMA (Ciclo C). De laetare. 30 de marzo de 2025

Jos 5,9-12: Comieron ya de los productos de la tierra.

Sal 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.

2Co 5,17-21: Si alguno está en Cristo es una criatura nueva.

Lc 15,1-3.11-32: Era preciso celebrar un banquete y alegrarse.

Uno no se encuentra con un padre distinto todos los días. Tiene uno solo, lo quiera o no, es el suyo tal cual. Pero no es tan infrecuente el que, no que uno no sepa quién es su padre, sino que no lo conozca realmente, que no sea consciente del inmenso regalo de la paternidad. Esto lleva consigo, como consecuencia, que no se es buen hijo.

Por lo pronto, el Padre proporciona casa y comida, hogar y banquete. Si esto no se aprecia pueden suceder dos cosas, las que nos cuentan el hijo menor y el hijo mayor con su actitud:

  1. Sin aprecio por el padre y la casa: el menor quiere convertirse en padre de sí mismo y buscar hogar en otro lugar lejano. Cuanto más lejos, más aspiración a ser autopadre. Como esto no se sostiene, al final tiene que buscar asilo en un ciudadano de aquel país extranjero, que lo deja a la intemperie (sin techo donde cobijarse) y, consiente que sus animales, una piara de cerdos, como mejor que él.
  2. Sin sentir al padre cercano y la casa como propia: el mayor obedece sin disfrutar, parece encontrarse en un hogar ajeno; echa de menos un cabrito para comerlo con los amigos, cuando tiene siempre la comida lista a la mesa. No se atreve o no quiere pedirle al padre. De algún modo también es autopadre. Llamado a heredar como primogénito y ocupar el lugar del padre, quizás entienda a este como un rival que le impide actuar con libertad. En ningún momento dice padre, casa o hermano. Desagradecido, por una parte, tasador de los actos del padre y del hermano pequeño, por otra, utiliza su corazón para guardar las injusticias que creen que cometen contra él

Los pequeños suelen fijarse y aspirar a lo de los mayores. Imitan sus formas, admiran sus logros y alardean de ellos, replican sus acciones. Es posible que el hijo mayor contagiase a su hermano esa falta de sensibilidad hacia la figura paterna, la carencia de empatía, el desagradecimiento y se marchase para buscar al padre que no había descubierto en el suyo. No lo pudo enseñar bien, porque no había aprendido bien.

¿Quién imitará al padre en su forma de ser y actuar?

            Dos itinerarios distintos llevarían a uno y otro hermano a encontrarse con el padre desconocido para ellos, dos experiencias traumáticas a los que les llevó su autosuficiencia, su dureza ante la ternura del padre, su desagradecimiento de los bienes que recibían en la casa, lugar de abundancia para vivir la filiación y la fraternidad. Para acceder al encuentro con la verdadera paternidad que han obviado, tendrán que aprender a ser hijos.

El itinerario del pequeño es la consecuencia de su orgullo y altanería. Desemboca en el rechazo de todos, la marginación, la soledad, el hambre, la miseria… Nadie que se preocupe por él, ni que lo proteja. Hambriento, apartado, desechado. La ausencia del padre la palpa en que no es hijo de nadie. Intentó construirse a sí mismo, pero su actitud lo llevó a la autodestrucción, al fango de los cerdos. Cuántos como él que abandonan la casa familiar y han de regresar heridos y fracasados. ¿Hasta dónde los ha llevado sus sueños de grandeza y autonomía?

El camino del mayor se topa con una suerte de envidia por el hermano y un rechazo a la actitud del padre. Lo que ha edificado tiene unos cimientos frágiles que colapsan al constatar que el padre, al que nunca llama padre, los ama a los dos y no rechaza al hijo despeñado. A los ojos del hijo de obediencia espartana, se trata de un amo de la casa débil, que no premia al justo y castiga al pecador, que quiere vencer a fuerza de éxitos propios sin dar la mano al perdido y derrotado. ¿Se ha percatado alguna vez de su vida interior, de su falta de alegría, de la clase de aspiraciones que tiene (quizás para suplantar un día al padre)?

Los pasos de ambos los han llevado a confrontar sus vidas con una realidad desagradable, pero será el punto de inflexión para el regreso al hogar, al lugar de la resurrección: para la comunión con el padre y con el hermano. No es la resurrección definitiva, la parábola resuelve parte de la historia, pero no la completa.

¿Qué sucedió al día siguiente de la fiesta con el hijo menor? ¿Volvería un tiempo después, una vez recuperado, a pedirle a su padre para marcharse de nuevo?

¿Llegó el hijo mayor a entrar finalmente en la casa, a acoger a su hermano y perdonarlo, a participar del banquete con gozo?

Un buen número de personajes de los Evangelios que han tenido un encuentro con Jesús no vuelven a aparecer. ¿Qué pasaría con sus vidas tras conocerlo y descubrir de Él la paternidad del Padre?

La clave se encuentra en el banquete: lugar donde vidas moribundas resucitan; donde se festeja la alegría de la comunión con el Padre y los hermanos. 

Programación Pastoral 2021-2022