Ciclo C

Vaticano en DIRECTO

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO II DE PASCUA (ciclo C). De la DIVINA MISERICORDIA. 27 de abril de 2025

 

Hch 5,12-16: Todos se reunían con un mismo Espíritu.

Sal 117: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Ap 1, 9-11a. 12-13. 17-19: “Tengo las llaves de la muerte y del abismo”.

Jn 20,19-31: “Recibid el Espíritu Santo”.

Pasó una mañana, pasó una tarde, el día primero; luego el día segundo… y así hasta completar una semana entera, el último de cuyos días, el Sabbath o sábado, Dios descansó. La semana aparece ya en el libro del Génesis como el esquema temporal básico, con el que se forman los meses y los años o que se desmenuza en días y horas. Cuanto nos acontece queda abrazado por esta forma de medir el tiempo, de integrar nuestro trabajo y descanso. La gestación del inicio de la vida en el embarazo y el primer tramo de la vida del niño se mide en semanas, para pasar luego a meses y años.

Lo que nos sucede no es ajeno al tiempo: tendrá su aparición en un momento, pero podrá dejar una huella longeva en nosotros o pasar sin casi rozarnos. El tiempo va deteriorando tanto lo bueno como lo malo, hacia el olvido.

Los acontecimientos de los últimos días de la vida de Jesús apuraron la semana con un clamoroso imprevisto: la muerte del Maestro. Esta sucedió un viernes y el sábado siguiente certificó su definitud. La resurrección y las apariciones del Resucitado se producen el domingo, el primer día de la semana. Con ello se inaugura un nuevo tiempo, el momento de la Pascua perpetua, de la victoria del Señor sobre las horas y los días y los años para la eternidad.

Se inaugura un nuevo tiempo superior a cualquier otro que nos hace vivir la vida desde una clave, un eje que no sufre el deterioro, todo suena, sabe, huele… a Resurrección, a señorío de Dios sobre nuestras frustraciones y fracasos para llevarnos al éxito de la vida plena y feliz.

Qué contraste de vivencia de tiempos entre los apóstoles, antes y después del encuentro con el Resucitado. Lo que nos narra el libro de los Hechos muestra una prolongación de la actividad de Jesús en sus discípulos, cuya presencia es sanadora y hostil a los demonios y fuerzas del mal. Su presencia entre el pueblo es señal de un cambio esperanzador.

Este contraste se evidencia entre los apóstoles, una vez que se habían encontrado con el Resucitado, y Tomás ausente en la primera aparición del Señor. Estuvieron una semana viviendo en tiempos diferentes, como en dos dimensiones inconciliables. La entrada de Jesús en la estancia cerrada en medio de los discípulos visibiliza la inauguración de algo completamente nuevo, que llevará a penetrar en la estancia íntima de cada uno, su corazón, cerrado a la esperanza por la muerte del Maestro. Inaugura un tiempo diferente, un modo luminoso de vivir los acontecimientos. Primero saluda con el saludo cotidiano entre los judíos, manifestando su presencia real y dirigiéndose a los discípulos. Luego hace visibles los signos de la historia de pecado humano y de divina misericordia en las señales de la crucifixión. Después insufla el Espíritu Santo para una misión de reconciliación y misericordia, con poder para perdonar pecados o retenerlos. Se inicia una época donde la vida trinitaria fecunda con su Espíritu a la Esposa de Cristo, su Iglesia.

En aquella primera aparición no estaba Tomás, que no se va a fiar de sus compañeros al hablarle de la aparición del Resucitado. Estaba sujeto al tiempo abocado a la muerte y al fracaso, no quería creer, vivía en el tiempo viejo al que todo hombre está sometido. La nueva aparición de Cristo a los apóstoles, el domingo siguiente, de nuevo el primer día de la semana, provocará el encuentro definitivo para Tomás, que entonces sí creerá. Comienza a participar del nuevo tiempo, con las claves que aporta Jesucristo Resucitado. Y el episodio queda como interpelación para nosotros, los que no hemos visto al Señor resucitado, pero tenemos las Escrituras, celebramos la Eucaristía, tenemos experiencia de la reconciliación sacramental, oramos a Dios y lo escuchamos, experimentamos en nuestra vida el amor de Dios y la fraternidad con un compromiso de justicia y de paz. Tantos regalos para creer de verdad, para vivir en el tiempo de esta pascua sin límites.

El tiempo que vivimos, el tiempo abierto a la victoria de Cristo sobre la muerte, es superior a ideologías, a filosofías, a proyectos humanos. Nos interesamos por los asuntos de este mundo y nos importan y queremos que nos conduzcan hacia esa eternidad que tenemos que preparar, pero no nos retienen, no acaparan nuestras fuerzas ni pueden tener más protagonismo que la certeza de Jesucristo resucitado. Se ha abierto una semana nueva y toda nuestra vida ha de integrarse en ella, porque es eterna su misericordia.